OPINION publicada por La Vanguardia el 19/02/2011
Más pedagogía
Normalmente el guión es siempre el mismo. La oposición acusa al Gobierno de hacerlo todo mal. El Gobierno se dedica a hacer de oposición a la oposición.
Veo y escucho, por radio y televisión, las disputas entre el Gobierno y el PP, los discursos de sus líderes, sus réplicas y contrarréplicas. La sensación es que ni escuchan ni responden, todo son frases hechas y huecas, preparadas por sus asesores, normalmente trivialidades o insultos. “Nosotros sólo queremos el bien de los españoles”. “¿Yo corrupto? Pues tú más”. Quizás esto guste a algunos, a otros, espero que a la mayoría, les aburre y les hastía.
Normalmente el guión es siempre el mismo. La oposición acusa al Gobierno de hacerlo todo mal. El Gobierno se dedica a hacer de oposición a la oposición.
Lo primero es imposible: nadie lo hace todo mal, siempre acierta en algo, siempre hay espacios de coincidencia, aún entre personas de ideologías e intereses distintos y hasta contrapuestos. Pues nada: todo mal. El Gobierno debe gobernar, es decir, ejercer el poder político, tomar decisiones y explicar los motivos por los cuales las ha escogido frente a otras posibilidades. Es decir, argumentar: la gente no es tonta. Pero no: las razones suelen consistir en afirmar que durante la época en que la oposición estuvo en el Gobierno aún lo hizo peor. El ciudadano normal cambia de emisora, de canal, o cierra el aparato. “¡Siempre lo mismo!”, piensa asqueado.
¿Seguro que así, mediante la destrucción del adversario, se ganan votos ya que, por lo visto, de eso se trata? Quizás los expertos en marqueting electoral, y ésas cosas, así lo consideren. Yo tengo mis dudas. Si alguno de los grandes partidos me pidiera consejo les recomendaría que hicieran lo contrario de lo que ahora hacen.
Al Gobierno le diría que explicara de forma pedagógica, para que lo entendiera todo el mundo, las razones por las cuales toman las decisiones que toman. Es más, si están rectificando decisiones anteriores que lo reconozcan expresamente: “Nos equivocamos, lo hicimos mal y, efectivamente, ahora estamos cambiando de rumbo porque creemos que las soluciones adecuadas son otras”. Una actitud de este tipo, ¿no los acercaría mucho más a los votantes, a seres humanos que sabemos, por experiencia, que nos hemos equivocado y hemos rectificado mil veces?
A la oposición le diría que es más importante ofrecer una alternativa que hacer una crítica. La razón es sencilla: la crítica es fácil, la alternativa es lo difícil. El ciudadano confiaría más en la oposición si ésta le demostrara no sólo que el Gobierno se equivoca – esto es algo que el ciudadano ya ve por sí mismo – sino que tiene soluciones para remediar los estropicios que el Gobierno comete.
¡Es que ya estamos en campaña electoral!, me dicen. Pues, precisamente: es el momento de proponer, argumentar, explicar los errores y los aciertos, las dificultades pasadas y las posibilidades futuras. Más pedagogía y menos insultos, más razones y menos críticas, ser más positivos que negativos.
Veo y escucho, por radio y televisión, las disputas entre el Gobierno y el PP, los discursos de sus líderes, sus réplicas y contrarréplicas. La sensación es que ni escuchan ni responden, todo son frases hechas y huecas, preparadas por sus asesores, normalmente trivialidades o insultos. “Nosotros sólo queremos el bien de los españoles”. “¿Yo corrupto? Pues tú más”. Quizás esto guste a algunos, a otros, espero que a la mayoría, les aburre y les hastía.
Normalmente el guión es siempre el mismo. La oposición acusa al Gobierno de hacerlo todo mal. El Gobierno se dedica a hacer de oposición a la oposición.
Lo primero es imposible: nadie lo hace todo mal, siempre acierta en algo, siempre hay espacios de coincidencia, aún entre personas de ideologías e intereses distintos y hasta contrapuestos. Pues nada: todo mal. El Gobierno debe gobernar, es decir, ejercer el poder político, tomar decisiones y explicar los motivos por los cuales las ha escogido frente a otras posibilidades. Es decir, argumentar: la gente no es tonta. Pero no: las razones suelen consistir en afirmar que durante la época en que la oposición estuvo en el Gobierno aún lo hizo peor. El ciudadano normal cambia de emisora, de canal, o cierra el aparato. “¡Siempre lo mismo!”, piensa asqueado.
¿Seguro que así, mediante la destrucción del adversario, se ganan votos ya que, por lo visto, de eso se trata? Quizás los expertos en marqueting electoral, y ésas cosas, así lo consideren. Yo tengo mis dudas. Si alguno de los grandes partidos me pidiera consejo les recomendaría que hicieran lo contrario de lo que ahora hacen.
Al Gobierno le diría que explicara de forma pedagógica, para que lo entendiera todo el mundo, las razones por las cuales toman las decisiones que toman. Es más, si están rectificando decisiones anteriores que lo reconozcan expresamente: “Nos equivocamos, lo hicimos mal y, efectivamente, ahora estamos cambiando de rumbo porque creemos que las soluciones adecuadas son otras”. Una actitud de este tipo, ¿no los acercaría mucho más a los votantes, a seres humanos que sabemos, por experiencia, que nos hemos equivocado y hemos rectificado mil veces?
A la oposición le diría que es más importante ofrecer una alternativa que hacer una crítica. La razón es sencilla: la crítica es fácil, la alternativa es lo difícil. El ciudadano confiaría más en la oposición si ésta le demostrara no sólo que el Gobierno se equivoca – esto es algo que el ciudadano ya ve por sí mismo – sino que tiene soluciones para remediar los estropicios que el Gobierno comete.
¡Es que ya estamos en campaña electoral!, me dicen. Pues, precisamente: es el momento de proponer, argumentar, explicar los errores y los aciertos, las dificultades pasadas y las posibilidades futuras. Más pedagogía y menos insultos, más razones y menos críticas, ser más positivos que negativos.
Francesc de Carreras Serra, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona (U.A.B.).
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